TURRÓN Y RAYO
Turrón y Rayo no siempre tuvo la vida que merece.
Cuando llegaron a nosotras, era apenas la sombra de lo que son hoy: flacos, descuidados, con sus necesidades básicas sin atender. Sus cascos estaban en mal estado, sus boca necesitaba atención urgente, y sus miradas —aunque noble— hablaban de abandono.
Pero incluso en esas condiciones, Turrón y Rayo no habían perdido la dulzura. Desde el primer momento mostraron un carácter extremadamente bueno, sociable, confiado. Como si, a pesar de todo, aún creyeran en el ser humano.
En Barakah, los hemos recibimos con los brazos abiertos. Les dimos lo que siempre debió tener: cuidados, cariño, respeto y un espacio donde sanar. Poco a poco, fueron e recuperando su fuerza, su energía, su brillo.
Hoy, forman parte esencial de nuestra familia. Su presencia calma, su ternura, y su historia son un recordatorio vivo de por qué hacemos lo que hacemos. Ellos no solo fueron rescatados. Ellos nos rescató también, enseñándonos que segundas oportunidades sí existen… y que valen la pena.